Los trastornos estacionales en verano.
Lo llaman trastorno afectivo estacional, quizá se ha hablado más de él en invierno, pero también
puede darse en las vacaciones de verano. En este caso, es un tipo de estado depresivo vinculado
al periodo estival, al calor y, sobre todo, a la sensación de vacaciones. ¿Por qué? Quizá porque se
acentúa el sentido de aislamiento, la sensación de falta de afecto, de abandono y el sentimiento
de soledad. Es la época de las imágenes de un mundo feliz en la playa, en la montaña o como
turistas aventureros. Las personas que están mal se sienten aún peor con respecto a su situación
actual; comparándose con otros y pensando que los demás serán más felices que ellos.
Entre los factores que influyen en el desarrollo de esta afección destacan los desarreglos en los
ciclos circadianos:
1)El primero de todos es el sueño. “Aunque durante las vacaciones se suele tener más tiempo
libre y se aprovecha para dormir más, el calor puede hacer que el sueño sea de mala calidad.
Además, las noches son mucho más cortas, y esto reduce las horas disponibles para dormir”.
2)Temperatura: El calor afecta al cerebro (que pasados los 36ºC funciona peor y más
lentamente), reduciendo su rendimiento. Las altas temperaturas crean también un sentimiento
de apatía y pueden empeorar los síntomas de enfermedades crónicas que necesitan cuidados.
3) Alimentación: O bien comiendo más o presentar falta de apetito, con la consecuencia de
ganancia o pérdida de peso respectiva.
4)Actividad: En las vacaciones todo cambia: horarios, actividades, hábitos… Tener una rutina
estable también es importante para la estabilidad emocional y constituye otro factor
protector que el verano puede alterar.
En esta línea el estrés, es precisamente una de las causas más importantes de la depresión.
Las vacaciones no son siempre un periodo de tranquilidad, y además ésto variará en función
de la etapa vital en la que se encuentre cada persona.
En general, encontramos más inestabilidad emocional en personas que por ejemplo tienen
que pasar más tiempo del habitual con la pareja (cuando no están acostuumbrados), o que
en este tiempo se sienten más solos y tienen la necesidad de hacer planes para no estarlo,
o padres con niños que no tienen colegio a los que hay que que divertir y buscar y organizar
actividades…
En sumal, hay que planificar viajes, reservar hoteles o alquileres, preparar maletas o
visitar y atender a la familia. En suma, situaciones en principio agradables, pero con mucha
carga organizativa y estresante.
5) Por último, destacar que nuestra personalidad y la forma de regular nuestros
pensamientos también nos predispone más o menos a padecer este trastorno. Las
vacaciones suponen también un tiempo de reencuentro con nosotros mismos, de más
momentos de diálogo interno y de soportarnos. Si una persona que disfruta con su trabajo
tiene una vida personal, familiar o de pareja deteriorada, cuando llegan las vacaciones se
encuentra con que no solo pierde su única fuente de bienestar y autoestima, sino que
además se ve obligado a enfrentarse y estar más en contacto con aquello que le hace sentir
mal, lo que puede desencadenar situaciones de angustia y estrés. Es decir, todo lo que ha
sido tapado durante el año, puede salir a flote en estos días.
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